Es por todos conocidos que la vida sin agua, simplemente desaparecería. Diariamente, nuestro cuerpo realiza múltiples procesos en la que perdemos líquidos, por lo que su restitución, es simplemente imprescindible.
Le recomendamos ingerir de 2 a 3 litros de agua como mínimo, preferiblemente distribuidos de la siguiente manera:
- Por la mañana: consumir un litro, repartido en intervalos de media hora.
- En la tarde, beber 1 litro repartido en intervalos de media hora.
- Por la noche: consumir 1 litro en intervalos de 60 minutos.
Las consecuencias de no tomar suficiente agua: malestares como dolores de cabeza, fatiga, cambios de humor, calambres, dolores musculares. Estos síntomas suelen presentarse por pequeños estados de deshidratación.
Recuerde, el consumo apropiado de agua le ayuda a mantener la belleza del cabello, las uñas y la piel, y es un excelente colaborador a la hora de perder peso.
Beber sin esperar a la sed
Con el sol y el calor sudamos más y, consecuentemente, la pérdida de líquidos se incrementa. Si a esto se le añade que cuanto más liquido se pierde, más disminuye la capacidad del organismo para regular la temperatura, se entiende lo fundamental que resulta reponer ese agua. Pero no debemos esperar a sentir sed para tomar agua: la boca seca ya es síntoma de deshidratación, y el instinto de beber se pierde con la deshidratación progresiva. Por ello, no hay que confiar en la sed y conviene beber regularmente de 8 a 10 vasos a lo largo del día.
Y cuanto más humedad, mayor cantidad de agua ingeriremos. Calor, humedad y ejercicio físico son las condiciones idóneas para que aparezca un cuadro de deshidratación. Una pérdida del 2% del agua corporal supone la pérdida del 20% de la energía física, el agotamiento se acelera con la pérdida de líquido y cuando se pierde el 20% del agua del organismo se eleva el riesgo de sufrir complicaciones graves.
Pero aparte del sol, el calor y el ejercicio, otras circunstancias requieren el aporte extraordinario de líquidos: la fiebre, y, especialmente, la diarrea y los vómitos, cuya incidencia aumenta en verano a causa de las gastroentiritis, más frecuentes en esta época del año.